Inicio / Ciencia
Antiguo Egipto: El Análisis de ADN Resuelve el Misterio de los Supuestos Restos de Arsinoë IV
Nuevo análisis de ADN desmiente que restos egipcios sean de Arsinoë IV, hermana de Cleopatra. Descubre el enigma revelado.
El Antiguo Egipto se erigió como una de las civilizaciones más innovadoras y su legado perdura, influenciando el mundo actual de maneras profundas. Sus habitantes, destacados escritores e ingenieros prodigiosos, aprovecharon al máximo los recursos mineros para erigir monumentales pirámides y templos que desafían el tiempo. Entre sus faraones más infames, destaca Cleopatra VII Thea Filopátor, cuya implacable búsqueda de poder la llevó incluso a ordenar la ejecución de su media hermana menor, Arsinoë IV. Durante casi un siglo, la comunidad arqueológica sostuvo la creencia de haber hallado los restos de Arsinoë, sin embargo, un análisis de ADN de vanguardia ha refutado esta noción.
Bajo la dirección del antropólogo Gerhard Weber, de la Universidad de Viena, un equipo multidisciplinario de arqueólogos de la Academia Austriaca de Ciencias, en colaboración con especialistas en datación, genetistas y ortodoncistas de la misma universidad, emprendió la crucial tarea de verificar si los restos en cuestión pertenecían realmente a Arsinoë IV, como se había presumido históricamente. En un artículo seminal publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports, los investigadores detallaron cómo el cráneo y el cuerpo esquelético, recuperados de forma independiente, pertenecían a la misma persona. Sorprendentemente, y en contra de las expectativas, la presencia de un cromosoma Y estableció de manera concluyente que el individuo era de sexo masculino. La combinación de estos análisis, que incluyeron técnicas de imagenología de alta resolución, permitió al equipo determinar que el joven “padeció importantes trastornos del desarrollo” y que su fallecimiento ocurrió entre los 11 y 14 años de edad, en algún momento entre el 205 y el 36 a.C.
¿Por qué los arqueólogos creyeron que los restos eran de Arsinoë IV?

La convicción de que estos restos pertenecían a Arsinoë IV se basó en una serie de suposiciones que se fueron acumulando a lo largo del tiempo. Inicialmente, el cráneo fue descubierto en 1929 por los arqueólogos austriacos Josef Keil y Max Theuer, dentro de un sarcófago de mármol. Este hallazgo tuvo lugar en las ruinas del Octágono, un edificio que alguna vez fue majestuoso en Éfeso (actual Turquía), una ciudad griega de vital importancia histórica. El análisis original de Keil, aunque carente de datos empíricos robustos según los estándares modernos, sugería que el cráneo correspondía a una persona distinguida de aproximadamente 20 años. Posteriormente, un estudio más profundo, realizado por Josef Weninger, director del Instituto de Antropología de la Universidad de Viena, concluyó que el cráneo era de una mujer joven y de rasgos refinados.
En tercer lugar, una parte de los restos postcraneales no fue redescubierta hasta 1982, y su examinación detallada no se realizó sino hasta que Hilke Thür regresó a la tumba en 1993. Más tarde, en 2007, se encontraron más restos. Hasta el año 2009, estos restos postcraneales seguían siendo tratados como un individuo distinto al del cráneo y se les atribuyó a una mujer de entre 15 y 17 años, fallecida entre el 210 y el 20 a.C. Esta estimación cronológica parecía coincidir con la ejecución de Arsinoë IV en el año 41 a.C., ordenada por Marco Antonio a instancias de la propia Cleopatra, tras el fallido asedio de Arsinoë contra Alejandría entre el 48 y el 47 a.C.
Aunque la cronología parecía encajar, la ausencia de evidencia de ADN concluyente fue lo que condujo a la suposición errónea de que los restos pertenecían a Arsinoë IV. Con estos nuevos y contundentes hallazgos confirmados, la búsqueda de los verdaderos restos de la hermana de Cleopatra puede reanudarse. Del mismo modo, la investigación ahora se centrará en desentrañar el misterio de por qué un joven con ascendencia de la isla italiana de Cerdeña o de la península itálica fue sepultado en un edificio griego tan prominente. Este descubrimiento no solo aclara una identidad mal atribuida, sino que abre nuevas avenidas para la comprensión de las complejidades de las conexiones culturales y los entierros en el mundo antiguo.