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Auroras Boreales y Australes: Desvelando el Majestuoso Espectáculo de Luces Polares
Descubre cómo las asombrosas auroras boreales y australes iluminan nuestros cielos. Entiende su origen y los mejores momentos para observarlas.
Las auroras son, sin duda, uno de los despliegues de color más espectaculares que el cielo puede ofrecer, visibles tanto en el hemisferio norte como en el sur. En el norte, este fenómeno se conoce como aurora boreal, mientras que en el hemisferio sur se le llama aurora austral. Aunque es obvio por qué las luces del sur no se ven en la mayoría de los países del norte debido a su ubicación, la razón por la que las auroras boreales son visibles en algunos estados o países y en otros no es más compleja, y está ligada directamente al campo magnético de la Tierra y sus polos.
Para entender las auroras, primero es útil saber cómo se originan. Son el resultado de la emisión de flujos de partículas electromagnéticas desde el Sol hacia el espacio, un fenómeno conocido como viento solar. Este viento solar puede afectar a la Tierra de diversas maneras, como interfiriendo con equipos de comunicación y satélites. Si bien la magnetosfera de la Tierra nos ofrece protección al desviar esta energía dañina, no es un escudo perfecto; de hecho, captura algunas de estas partículas cargadas, atrayéndolas hacia los polos norte y sur.
Debido al funcionamiento del campo magnético, estas partículas son atraídas en una forma ovalada. Una vez allí, colisionan con átomos y moléculas de gas, principalmente nitrógeno y oxígeno, en nuestra atmósfera. Esta colisión libera energía en forma de luz (fotones), creando el espectáculo que conocemos. A medida que la Tierra rota, los óvalos aurorales se distorsionan y se mueven en la atmósfera, generalmente entre 60 y 75 grados de latitud, y a una altitud de entre 95 y 240 kilómetros sobre el suelo. Sin embargo, cuando los vientos solares son más intensos de lo habitual, el campo magnético y la atmósfera se inundan con más partículas cargadas eléctricamente, haciendo que la aurora boreal se extienda más al sur de lo normal, en ocasiones llegando incluso a lugares inesperados. Un ejemplo histórico fue el Evento Carrington de 1859, la erupción solar más grande registrada, que hizo que las luces del norte fueran visibles en casi todo el mundo, ¡incluyendo latitudes bajas donde rara vez se ven!
Las luces del norte no siempre son visibles ni tienen todos los colores

Además de no ser siempre visibles en todas las regiones, es probable que no puedas apreciar el increíble despliegue de colores de las luces del norte en ciertas épocas del año. Incluso si tu ubicación física se encuentra entre 60 y 75 grados de latitud (como Alaska o el norte de Canadá), no podrás ver la aurora boreal de mayo a julio. Esto se debe a que el sol de verano nunca se pone por completo en esas latitudes, o lo hace por muy poco tiempo. De igual manera, no podrás ver este fenómeno de colores entre las 4 a.m. y las 5 p.m. –a menos que vivas en un lugar con oscuridad las 24 horas del día– porque la luz del sol es mucho más brillante que la de la aurora.
En cambio, el mejor momento para ver las auroras boreales es alrededor de los equinoccios de primavera y otoño, que ocurren en marzo y septiembre, respectivamente. Esto se debe a que, a medida que la Tierra orbita alrededor del Sol, hay un cambio en el ángulo del campo magnético en relación con el viento solar. Durante estos meses, se forman “grietas magnéticas” que permiten la entrada de una mayor cantidad de partículas cargadas, lo que da lugar a un ciclo de tormentas aurorales. Estos meses también suelen tener temperaturas más suaves y cielos más claros y despejados en comparación con otros. Si puedes soportar el frío, los cielos oscuros y las noches más largas de noviembre a febrero facilitan la observación de la aurora boreal entre las 9 p.m. y las 2 a.m., aunque entre las 11 p.m. y la medianoche es la hora óptima para avistarlas.
Ten en cuenta que puedes ver diferentes tipos de luces del norte: arcos, bandas, coronas, cortinas, parches y rayos. Además, la mayoría de ellas aparecen en tonos verdes, resultado de la colisión de las partículas del viento solar con el oxígeno. Sin embargo, también se pueden ver colores rojos cuando las partículas reaccionan con el oxígeno a altitudes más elevadas de lo usual. Los tonos azules y morados son posibles cuando las partículas se mezclan con el nitrógeno a altitudes más bajas de lo habitual. La diversidad de colores y formas hace que cada avistamiento sea una experiencia única e inolvidable.