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Búfalos y Bisontes: Desvelando la Verdad de Dos Íconos Salvajes

Explora la fascinante verdad detrás de búfalos y bisontes. Descubre sus diferencias, orígenes y especies únicas que habitan el planeta.

Búfalos y Bisontes: Desvelando la Verdad de Dos Íconos Salvajes

Los búfalos son un ícono arraigado en la cultura popular estadounidense, asociados a canciones, equipos deportivos, figuras históricas y ciudades enteras. Incluso una de las pocas especies de pasto nativo de Estados Unidos lleva su nombre. Sin embargo, detrás de esta popular imagen se esconde una curiosa verdad. Las majestuosas criaturas que vagan por las vastas llanuras de América del Norte no son, en realidad, búfalos, sino bisontes. Esta distinción es crucial, ya que no solo no son búfalos verdaderos, sino que su parentesco es sorprendentemente lejano.

Los búfalos genuinos no habitan el Hemisferio Occidental fuera de los zoológicos. Su hogar ancestral se encuentra en los continentes de África y Asia. Aunque tanto los búfalos como los bisontes pertenecen a la familia Bovidae, que también incluye a las vacas, cabras, ovejas y antílopes, su relación es sorprendentemente distante. El último ancestro común entre ellos data de hace eones. De hecho, los bisontes están más estrechamente emparentados con las vacas domésticas que con los verdaderos búfalos.

¿Cómo es posible que dos animales salvajes, tan distantes geográficamente y en su linaje evolutivo, hayan sido confundidos de esta manera? La responsabilidad recae en los exploradores franceses de principios del siglo XVII. Ellos se referían a los bisontes como “boeuf sauvage”, donde “boeuf” era un término amplio utilizado para designar a animales de aspecto similar a los bueyes, incluyendo a los búfalos verdaderos. La palabra “buffalo” en inglés surgió como una adaptación fonética de “boeuf”. Curiosamente, el término “bisonte” no se popularizó sino hasta varias décadas después, proporcionando finalmente una denominación precisa para esta especie tan particular.

¿Qué son los verdaderos búfalos?

Búfalos y Bisontes: Desvelando la Verdad de Dos Íconos Salvajes

El término “búfalo verdadero” abarca principalmente tres especies distintas dentro de la subtribu Bubalina de bóvidos. Primero, tenemos al búfalo de agua, también conocido como búfalo asiático (Bubalus bubalis). Su hábitat natural se extiende desde el subcontinente indio hasta la península malaya. Estos animales fueron domesticados hace aproximadamente 6,000 años para fines agrícolas y, desde entonces, han sido introducidos por el ser humano en todos los continentes, con la única excepción de la Antártida. Muchos investigadores contemporáneos consideran que el búfalo de agua salvaje es, en realidad, una especie diferente: el Bubalus arnee. Los ejemplares salvajes pueden alcanzar hasta 3 metros de largo y un peso de 1,180 kilogramos (2,600 libras), superando en tamaño a la mayoría de los bisontes.

Luego, encontramos a los búfalos africanos (Syncerus caffer), divididos en cuatro subespecies reconocidas. El más grande y extendido es el búfalo cafre, que, a pesar de apenas superar el metro y medio de altura, puede pesar cerca de 900 kilogramos (2,000 libras). Junto a él, existen subespecies más pequeñas como el búfalo de bosque, el búfalo de África Central y el búfalo de la sabana de África Occidental. Los búfalos africanos, junto con los leones, leopardos, elefantes y rinocerontes, conforman los famosos “Cinco Grandes” de África. Este término, que originalmente era usado por cazadores para referirse a los animales más peligrosos para la caza, ahora es ampliamente adoptado por las agencias de safaris para destacar a estas icónicas criaturas.

Finalmente, mencionamos a los anoas. Considerados los búfalos más pequeños, apenas alcanzan los 75 centímetros de altura. Existen dos especies principales: el anoa de montaña (Bubalus quarlesi) y el anoa de tierras bajas (Bubalus depressicornis). Ambas especies se encuentran en peligro de extinción, con poblaciones salvajes estimadas en apenas 2,500 individuos cada una, lo que subraya la urgencia de su conservación.

En realidad, existen dos especies de bisontes

Búfalos y Bisontes: Desvelando la Verdad de Dos Íconos Salvajes

El bisonte americano (Bison bison) es el mamífero terrestre nativo más grande de Estados Unidos y, de hecho, es el mamífero nacional oficial del país. A pesar de la confusión popular, su parecido con los verdaderos búfalos es superficial. Los bisontes poseen un cuerpo más voluminoso, con cabezas masivas y jorobas prominentes. Adaptados a climas más fríos y secos que los búfalos africanos o asiáticos, los bisontes se mantienen calientes gracias a una capa extra gruesa de pelaje que mudan anualmente durante el clima cálido. Además, sus cuernos son notablemente diferentes a los de los búfalos auténticos, siendo más afilados, cortos y orientados hacia arriba.

El bisonte desempeñó un papel central y vital para los pueblos indígenas de las Grandes Llanuras, quienes aprovechaban cada parte del animal para una amplia gama de propósitos: desde alimento y vestimenta hasta herramientas elaboradas con sus cuernos. No obstante, la llegada masiva de colonos europeos al Oeste americano llevó a la especie al borde de la extinción. Las poblaciones se desplomaron drásticamente de más de 50 millones a menos de 1,000 individuos a finales del siglo XIX. Afortunadamente, los esfuerzos de conservación han logrado revertir parcialmente esta situación, contribuyendo al crecimiento de la población de bisontes, aunque en la actualidad solo quedan alrededor de 30,000 ejemplares viviendo en estado salvaje.

Existe una segunda especie de bisonte, menos conocida: el bisonte europeo (Bison bonasus). Este es más esbelto que su pariente americano y posee patas más largas, una adaptación ideal para los ambientes boscosos que prefiere. Aunque alguna vez estuvo ampliamente distribuido por toda Europa, su población comenzó a disminuir drásticamente después de la última Edad de Hielo debido a la caza excesiva por parte de los humanos. Para principios del siglo XX, los únicos miembros sobrevivientes de la especie se encontraban en zoológicos. Desde entonces, programas de cría y reintroducción han sido fundamentales para revitalizar su población en estado salvaje, ofreciendo una esperanza para el futuro de este magnífico mamífero.