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El Misterio de Kavachi: ¿Cómo Sobreviven los Tiburones en un Volcán Submarino Activo?
Descubre cómo tiburones y otras especies desafían las condiciones extremas de un volcán submarino activo.
Imagina un escenario sacado de una película de terror de serie B: un volcán activo, burbujeando bajo el mar, y en sus profundidades, una población de tiburones. Pues bien, aunque suene a fantasía, esta realidad existe. Justo frente a la costa de la Isla Vangunu, en las Islas Salomón, se encuentra el volcán submarino Kavachi. En su cima, a unos 20 metros bajo la superficie, yace un cráter del que el magma y la ceniza brotan violentamente cada pocos años. Sus explosiones son tan intensas que parecen la detonación de una ojiva nuclear bajo el agua. Uno esperaría que este fuera el último lugar donde la vida podría florecer, quizás con la excepción de un tardígrado indestructible. Sin embargo, una expedición de National Geographic en 2015 reveló algo asombroso.
Un equipo liderado por el ingeniero oceánico Brennan Phillips envió cámaras submarinas al cráter de Kavachi, con la intención de estudiar su actividad hidrotermal. Las imágenes que regresaron mostraron un mundo de aguas turbias, rebosante de tiburones martillo festoneados y tiburones sedosos. Pero no solo ellos. También se encontraron rayas, pargos y medusas dentro del cráter. Todo esto parecía increíblemente sorprendente. Tanto los tiburones sedosos como los tiburones martillo suelen habitar aguas templadas, con temperaturas que rondan los 21 grados Celsius (70 grados Fahrenheit). ¿Cómo podían estas criaturas sobrevivir en uno de los entornos más hostiles del planeta, uno mucho más extremo que los hábitats típicos de sus especies? La única respuesta posible residía en la mutación genética.
Ser un mutante puede ser algo bueno

Los géneros de terror y ciencia ficción han creado una percepción errónea sobre el concepto de mutación. Suelen presentar a los mutantes como seres grotescos, cuyas anormalidades los convierten en monstruos. Sin embargo, en la realidad, ser un mutante es a menudo algo beneficioso. La mutación tiene ventajas y desventajas, pero una cosa es segura: sin los mutantes, ninguno de nosotros existiría. La mutación es la fuerza impulsora de la evolución. Aquellos individuos con mutaciones ventajosas son capaces de llevar a su especie a nuevos territorios de adaptación. Eso parece ser, sin duda, el caso en el volcán Kavachi.
Es casi imposible exagerar las condiciones de vida extremas de estos tiburones. Kavachi es uno de los volcanes submarinos más activos del Pacífico, con erupciones que ocurren cada pocos años; la explosión más reciente se registró en 2024. El volcán lleva el nombre del dios del mar de Vangunu, y los lugareños incluso lo llaman “Rejo te Kavachi”, que significa “El horno de Kavachi”, debido a la constante actividad volcánica del sitio.
El agua en el cráter de Kavachi no solo es extremadamente caliente; también es considerablemente más ácida que la mayoría del agua oceánica, debido al dióxido de carbono emitido por el volcán. La acidificación del océano es un motor importante del cambio climático, y un estudio de 2014 publicado en Biology Letters reveló que la acidificación por dióxido de carbono provoca cambios de comportamiento en los tiburones, incluida la reducción de las horas de sueño. La capacidad de estos tiburones para prosperar en un entorno tan volátil y químicamente desafiante sugiere una notable capacidad de adaptación biológica. Es aquí donde las mutaciones, o pequeños cambios en su material genético, podrían haberles otorgado una resistencia única a la acidez, al calor o a la falta de oxígeno que de otra manera sería letal para la mayoría de las especies marinas.
Será necesaria más investigación para descifrar exactamente cómo los tiburones del cráter de Kavachi sobreviven y se reproducen en estas circunstancias tan inusuales. No obstante, llevar a cabo dicha investigación plantea desafíos considerables, dada la constante actividad del volcán y los peligros que representa para cualquier expedición científica. El misterio de Kavachi nos recuerda la increíble capacidad de adaptación de la vida en la Tierra, incluso en los rincones más implacables y extremos de nuestro planeta, impulsada por la silenciosa pero poderosa fuerza de la evolución y la mutación.