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La Extinción de la Paloma Migratoria: Una Lección Crucial sobre el Impacto Humano y la Conservación

La historia de la paloma migratoria: de miles de millones a la extinción, un recordatorio crucial del impacto humano.

La Extinción de la Paloma Migratoria: Una Lección Crucial sobre el Impacto Humano y la Conservación

A pesar de su reputación de ser aves sucias y portadoras de enfermedades, las palomas son en realidad animales bastante limpios que presentan un bajo riesgo de transmitir patógenos a los humanos. Además, no son tontas, a pesar de que sus nidos se vean tan rudimentarios. Muchas de las 300 especies de palomas del mundo son absolutamente hermosas. Sin embargo, pocas rivalizan con la belleza de la paloma viajera de pecho rojo (Ectopistes migratorius), un ave que alguna vez surcó los cielos de Norteamérica en miles de millones antes de que los humanos la llevaran a la extinción a principios del siglo XX.

Las palomas viajeras eran tan numerosas que, en un momento dado, representaban entre el 25% y el 40% de la población de aves de Norteamérica, según los relatos del conservacionista A.W. Shorger del siglo XX. Al momento de la llegada de los europeos a las Américas, se dice que su población oscilaba entre 3 mil y 5 mil millones de individuos. Sus colosales bandadas se contaban por millones y tardaban horas en pasar, cubriendo vastas porciones del cielo y rompiendo las ramas de los árboles donde anidaban. Estas aves eran altamente móviles, no solo migrando con las estaciones, sino también moviéndose de una región a otra en busca de los mejores alimentos y sitios migratorios. En 1871, un lugar de anidación en Wisconsin supuestamente cubría 850 acres y albergaba a más de 130,000,000 de aves.

Pero el 1 de septiembre de 1914, el último ejemplar de la paloma viajera —un ave de 29 años llamada Martha— murió en cautiverio en el Jardín Zoológico de Cincinnati. Entonces, ¿qué pasó? ¿Cómo una especie que contaba con miles de millones de individuos tan solo unas décadas antes llegó a su fin? La historia de su caída es devastadora, pero sirve como un poderoso recordatorio del papel de la humanidad en los ecosistemas naturales del mundo.

Una Tormenta Perfecta de Impacto Humano

La Extinción de la Paloma Migratoria: Una Lección Crucial sobre el Impacto Humano y la Conservación

La rápida extinción de la paloma viajera no se debió a una sola causa, sino a una potente combinación de presiones humanas que, de manera similar a lo que causó la extinción de los dodos, la especie simplemente no pudo resistir. A medida que los primeros colonos europeos en la parte oriental de Estados Unidos y Canadá (el principal hábitat del ave) comenzaron a despejar bosques para tierras de cultivo, las palomas se dirigieron a los campos de los agricultores en busca de alimento. Su enorme tamaño de grupo significaba que causaban daños significativos a estos cultivos, lo que llevó a los agricultores a tomar represalias cazándolas por su carne. Pero el verdadero golpe a sus números comenzó en el siglo XIX, cuando los cazadores comerciales comenzaron a buscar estas aves para venderlas en los mercados urbanos.

Sin ninguna protección legal, los números de la paloma viajera cayeron drásticamente, y su tendencia a moverse en grandes grupos jugó en su contra. La matanza masiva fue tan intensa que, en un sitio de anidación en Michigan en 1878, se mataban 50,000 palomas todos los días. Las leyes estatales que se aprobaron se aplicaron débilmente (si acaso), y la masacre continuó más o menos sin cesar. Las publicaciones impresas alentaban a los cazadores y los mantenían al tanto de los movimientos de las palomas, como se vio en una edición de 1857 del Marshall County Republican, un periódico de Plymouth, Indiana: “Las palomas salvajes se están volviendo muy abundantes por aquí. Dispárenles o devorarán sus campos de trigo. No hacen un mal pastel de olla a la antigua.”

Debido a que la paloma viajera necesitaba grandes extensiones de bosque para mantener sus números, los grupos se fragmentaron. Su propia biología e instintos trabajaron en su contra. El ave se reproducía comunalmente en grandes colonias, y su comportamiento reproductivo se descompuso en grupos más pequeños, una señal ominosa para futuros intentos de revivir la especie, que fracasaron por la misma razón.

Cómo las Palomas Viajeras Inspiraron un Movimiento

La Extinción de la Paloma Migratoria: Una Lección Crucial sobre el Impacto Humano y la Conservación

La muerte en 1914 de Martha, la última paloma viajera conocida, marcó el fin de una especie que alguna vez había dominado los cielos de Norteamérica. Desapareció una fuerza ecológica que se había grabado en los libros de historia y la memoria cultural del continente. Las palomas viajeras alguna vez jugaron un papel en la regeneración forestal, actuando como dispersoras de semillas e incluso cambiando la química del suelo de un bosque debido a sus grandes números. Su ausencia dejó un vacío silencioso en los bosques del este que ninguna otra especie ha logrado llenar por completo.

Más que esto, las palomas viajeras representaban la creencia humana de que, sin importar lo que hiciéramos, la abundancia de la naturaleza era interminable. La cruda constatación de que este no era el caso contribuyó directamente al surgimiento de las primeras leyes de protección de la vida silvestre, como la Ley Lacey, la Ley Weeks-McLean y la Ley del Tratado de Aves Migratorias de 1918. La historia de la paloma también ha influido en los muchos esfuerzos exitosos para evitar que otras especies americanas se extingan, como el bisonte americano, el cangrejo azul y el hurón de pies negros. También nos permite reflexionar sobre preguntas importantes para especies de todo el planeta, como qué pasaría si el tigre de Tasmania nunca se hubiera extinguido.

Hoy en día, se estudian ejemplares de palomas viajeras en museos, su ADN preservado con la esperanza de revivirlas. Organizaciones como Revive & Restore incluso están explorando opciones de desextinción, utilizando la tecnología de edición genética CRISPR en el esfuerzo por traer de vuelta al ave (o al menos una especie sustituta) de la extinción. Pero incluso si ese día nunca llega, la paloma viajera sigue siendo una lección duradera y una advertencia sobre la velocidad a la que la actividad humana puede desentrañar la naturaleza, así como la responsabilidad que tenemos de proteger lo que queda.