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Más Allá del Silencio: Escuchando los Misteriosos Sonidos del Universo
Explora cómo la ciencia nos permite 'escuchar' ondas electromagnéticas del espacio, revelando los misterios sonoros del cosmos.
Quizás lo recuerdes de tus clases de física o de alguna película de ciencia ficción, pero la premisa fundamental es que el sonido no viaja en el espacio. Esto se debe a que el espacio es un vacío casi perfecto, una inmensa extensión sin átomos donde las partículas no pueden colisionar para permitir la propagación de las ondas sonoras. Aunque esta afirmación es completamente cierta, los avances tecnológicos de vanguardia han hecho posible que ahora podamos ‘escuchar’ los fascinantes sonidos cósmicos. ¡Parece que el cosmos tiene mucho que contarnos! Desde la colisión de agujeros negros hasta los poderosos vientos solares, existen innumerables grabaciones de los ‘ruidos’ del espacio profundo que están a nuestra disposición. Es crucial entender que estas no son ondas sonoras en el sentido tradicional. En cambio, se trata de ondas y señales electromagnéticas que han sido captadas por equipos especializados y convertidas en frecuencias dentro del rango de audición humana. Desde las enigmáticas ondas de coro de la Tierra hasta las ondas de plasma que emanan de los innumerables sistemas solares en la Vía Láctea, estos sonidos celestiales varían desde gorjeos que recuerdan a aves hasta silbidos escalofriantes. Si alguna vez soñaste con sintonizar el espacio exterior, sube el volumen y acompáñanos en este recorrido mientras exploramos nueve de los sonidos más extraños que los científicos han logrado registrar en el cosmos.
La Fusión de Agujeros Negros

Los agujeros negros son entidades cósmicas verdaderamente fascinantes, capaces de aniquilar todo lo que se acerca a ellos, incluso la propia luz, actuando como aspiradoras gigantescas del espacio. Pero, ¿te imaginas qué sucedería si dos de estos colosos se fusionaran? Uno podría suponer que un evento tan aparentemente catastrófico generaría un ruido ensordecedor a juego, pero, por supuesto, en el vacío del espacio, esto no ocurre de esa forma. Sin embargo, en los últimos años, los científicos han logrado detectar las ondas que se generan cuando estos cuerpos celestes chocan, y han podido convertirlas en sonido perceptible. Lejos del estruendo que podrías esperar, este evento produce un diminuto ‘pitido’, que los científicos denominan un ‘chirrido’. En 2015, los laboratorios LIGO registraron estas ondas gravitacionales a una asombrosa distancia de 1.3 mil millones de años luz, lo que constituyó la primera (y enormemente importante) detección de ondas gravitacionales provenientes de un agujero negro… o, en este caso, de dos. Aunque para nosotros, simples mortales, pueda sonar como un breve y silencioso blip, para los astrofísicos, marcó el inicio de una era increíble de nueva información sobre las profundidades del espacio exterior. Por primera vez, pudimos ‘escuchar’ este evento monumental, y los datos que se pueden extraer de él prometen ser de gran relevancia en las próximas décadas.
La Magnetosfera de Júpiter en un sobrevuelo de Ganímedes

Si tuvieras que adivinar qué planeta de nuestro Sistema Solar es el más propenso a generar el mayor ‘ruido’ espacial, probablemente pensarías en Júpiter. Como un gigante gaseoso colosal con su Gran Mancha Roja más grande que la Tierra, y con un número cada vez mayor de lunas (Júpiter cuenta con casi 100 lunas, 12 más de lo que se pensaba anteriormente), su campo magnético empequeñece a los del resto de la galaxia. Durante un sobrevuelo cerca de Ganimedes, la luna más grande de Júpiter, los instrumentos de la nave espacial Juno de la NASA captaron emisiones de la magnetosfera del planeta, las cuales fueron luego convertidas en ondas sonoras. El resultado es un sonido que recuerda a un mensaje distorsionado de R2D2: chirridos y pitidos agudos que cambian de frecuencia a medida que avanza la grabación. Este cambio, al parecer, representa la entrada a una región diferente de la magnetosfera. La razón detrás de la producción de estos sonidos podría ser que Ganimedes posee su propia magnetosfera, siendo la única luna conocida con esta característica. El entorno magnético entre Júpiter y Ganimedes es único en nuestro Sistema Solar, y esto bien podría ser la explicación de los asombrosos sonidos captados al pasar cerca de esta gigantesca luna.
Los Vientos Solares

Si la idea de vientos solares te evoca la imagen de una suave brisa veraniega, te llevarías una gran sorpresa si alguna vez te encontraras con uno. Este ‘viento’ que emana del Sol es, en realidad, un torrente de protones y electrones que pueden viajar a velocidades de hasta 1 millón de millas por hora. Aunque uno podría imaginar que una ráfaga de tal ferocidad causaría una gran conmoción, dado que el espacio es un vacío, no podrías escucharlo en el sentido tradicional, incluso si tuvieras el privilegio de estar cerca. En su lugar, la Sonda Solar Parker, que orbita alrededor del Sol y tiene la misión de estudiar los vientos solares, ha logrado detectar estas partículas y convertirlas en sonidos que sí podemos percibir. (Y como dato curioso, la Voyager 1 también ha enviado grabaciones de los vientos solares). El resultado es un inquietante murmullo, intercalado con crujidos y algunos silbidos curiosos que evocan la introducción de una película de terror de ciencia ficción. Sin embargo, estos sonidos, de ritmo bastante pausado, no reflejan el verdadero impacto que los vientos solares tienen en su entorno inmediato. Pueden provocar auroras (las cuales, de hecho, producen sus propios sonidos) en planetas cercanos, como Mercurio y la Tierra, e incluso causar apagones eléctricos si pasan muy cerca de nuestro campo magnético. Si bien escuchar estos sonidos inusuales a través de altavoces de computadora es fascinante, la realidad es que la fuerza detrás de este ‘ruido’ es un formidable flujo de energía solar, ya que las tormentas geomagnéticas de este tipo son, en verdad, bastante peligrosas.
El Espacio Interestelar al salir la Voyager 1 de la Heliosfera

Desde su lanzamiento en 1977, la Voyager 1 ha emprendido un viaje trascendental —o quizás ‘rompe-espacio’— a través de nuestro Sistema Solar, superando las órbitas de Júpiter y Saturno según lo planeado originalmente, y luego continuando su recorrido cada vez más lejos de la Tierra. En 2012, se liberó de la influencia del Sol y dio el asombroso salto al espacio interestelar. Al hacerlo, registró ondas de plasma que los científicos lograron convertir en sonido, permitiéndonos por primera vez escuchar los ‘ruidos’ más allá de nuestro propio Sistema Solar. Dado que el tono y las frecuencias de estos sonidos cambian según el gas a través del cual viajan, los astrofísicos pudieron utilizarlos para determinar si la nave espacial todavía se encontraba dentro de nuestro Sistema Solar. En 2013, las grabaciones enviadas de vuelta demostraron que la Voyager 1 efectivamente había abandonado la heliosfera, ya que la frecuencia de esos sonidos había aumentado casi diez veces. A mediados de 2025, tanto la Voyager 1 como la Voyager 2 se encuentran a miles de millones de kilómetros de la Tierra (la Voyager 1 a una asombrosa distancia de 15 mil millones de millas), y continúan enviando datos desde los confines del espacio (de hecho, la Voyager 2 incluso descubrió una extraña frontera del espacio interestelar en sus travesías).
Las Emisiones de Radio de Saturno

Como regla general, los planetas más grandes poseen un campo magnético más potente que los más pequeños. Por lo tanto, si consideramos un planeta casi 10 veces más grande que la Tierra, como Saturno, podemos asumir que posee un magnetismo formidable. En 2017, la nave espacial Cassini de la NASA registró las ondas electromagnéticas que se generaban entre Saturno y una de sus 274 lunas, Encélado. Esta luna está mucho más ligada a Saturno que nuestra propia Luna a la Tierra, y expulsa chorros de agua regularmente hacia Saturno y más allá. Dos semanas antes de que la Cassini fuera ‘amablemente’ sumergida en la atmósfera de Saturno por la NASA, captó las ondas de plasma que se generaban entre Saturno y Encélado, las cuales los científicos pudieron convertir en sonidos perceptibles para nosotros. La ‘banda sonora’ resultante evoca una inquietante pieza de synth pop de los años 80, llena de silbidos misteriosos y ritmos electrónicos, con una melancólica melodía de fondo. Estas asombrosas grabaciones brindan a los científicos de la NASA información crucial sobre la interacción entre Saturno y sus lunas, y contribuyen a profundizar su conocimiento colectivo sobre las ondas de plasma y las potentes magnetosferas de los gigantes gaseosos.
Los Púlsares

Si pudieras sintonizar el lenguaje del universo, escucharías un constante ‘tic-tac’, casi como un metrónomo cósmico. Este tic-tac proviene de los púlsares, que son los remanentes de estrellas gigantescas que han colapsado sobre sí mismas y ahora giran a gran velocidad por el universo, marcando el tiempo. Los púlsares son estrellas de neutrones, lo que significa que una estrella muchas veces más masiva que nuestro Sol colapsó, creando una supernova en el proceso. Una vez que colapsa, el púlsar conserva su enorme masa, pero se encoge a una diminuta fracción de su tamaño original, convirtiéndose en uno de los objetos más densos del universo. A medida que gira, emite ondas electromagnéticas por ambos extremos, las cuales pueden ser detectadas en la Tierra; sin embargo, solo se registra el lado que nos mira. De ahí su nombre, ya que aparece como un ‘pulso’, dado que solo podemos ‘ver’ o ‘escuchar’ un lado. Estos pulsos han sido detectados por grandes radiotelescopios y luego convertidos en sonidos de tic-tac que podemos escuchar. No solo nos brindan una visión fascinante de lo que hay más allá de nuestra atmósfera, sino que los científicos los utilizan como un reloj increíblemente preciso. Emplean estos pulsos confiables para realizar otras mediciones y para ayudar en sus cálculos mientras cartografían el espacio profundo. Pero para el resto de nosotros, el púlsar que hace ‘tic-tac’ es simplemente un sonido rítmico y satisfactorio que se une a los demás de esta lista, aumentando la maravilla del cosmos.
La Inversión de los Campos Magnéticos de la Tierra

Hemos pasado toda nuestra vida aprendiendo sobre el Polo Norte: que los osos polares viven allí pero los pingüinos no, que experimenta seis meses de luz y seis de oscuridad, y, por supuesto, que es el hogar de Santa Claus. Sin embargo, lo que la mayoría de nosotros no sabía es que, en el pasado, fue el Polo Sur. No nos referimos a la ubicación geográfica del Polo Norte, sino al Polo Norte magnético, que invirtió su posición hace aproximadamente 780,000 años, y es probable que lo haga de nuevo en el futuro. Aunque el último cambio completo ocurrió hace casi un millón de años, una inversión temporal (conocida como el evento de Laschamp) tuvo lugar hace apenas 41,000 años, y los científicos espaciales han recreado el inquietante ‘ruido’ que probablemente generó. Tras estudiar en profundidad el campo magnético de la Tierra, científicos de Dinamarca y Alemania presentaron su interpretación de los sonidos que habrían acompañado el evento de Laschamp. El resultado evoca el sonido de un gran objeto de madera plegándose lentamente sobre sí mismo: hay muchos crujidos, algo de raspado, con notas de fondo que casi suenan melódicas. Si bien estos no son sonidos directamente convertidos como los demás en esta lista, son esencialmente una reconstrucción de eventos espaciales pasados y siguen siendo cruciales para obtener información sobre el efecto del magnetismo en los planetas y otros cuerpos celestes.
Las Ondas de Coro de la Tierra

Otro sonido fascinante que ocurre a nuestro alrededor y que no podemos escuchar es la Tierra ‘cantando’ para sí misma. Conocidas como ondas de coro, son en realidad ondas magnéticas que se propagan a través del plasma de la Tierra, especialmente como resultado de intensas tormentas espaciales. Estas ondas de coro han sido detectadas mientras viajan a través de los cinturones de radiación de Van Allen, que contienen partículas cargadas provenientes del Sol. Las ondas han sido grabadas por las sondas Van Allen y convertidas en sonidos audibles. La grabación es un sonido agradable, que se siente como una mezcla entre el canto de los pájaros y el canto de las ballenas: brillante y melódico, una melodía alentadora para nuestro planeta. A pesar de lo positivo que suenan estas grabaciones, las ondas de coro podrían ser potencialmente peligrosas. Las tormentas intensas podrían causar niveles preocupantemente altos de radiación, lo que podría afectar negativamente a los satélites y naves espaciales alrededor de la atmósfera terrestre. Al estudiar las grabaciones existentes de ondas de coro, los astrofísicos pueden predecir mejor dónde y cuándo podrían ocurrir estas ondas más peligrosas, y así tener una mejor oportunidad de prevenir desastres cuando se presenten.
Las Oscilaciones del Sol

Considerando todo el ruido secreto que los cuerpos celestes han estado generando sin nuestro conocimiento, sería lógico asumir que el objeto más grande de nuestro Sistema Solar también participaría en esta ‘sinfonía’. Y, de hecho, el Sol no decepciona; nuestra estrella produce un sonido increíblemente fuerte que, afortunadamente, somos incapaces de escuchar directamente. Según el heliofísico Craig de Forest, el ruido generado por el Sol alcanzaría los 100 decibelios al llegar a la Tierra, a pesar de haber viajado 92 millones de millas para llegar hasta aquí. Teniendo en cuenta que esto es el equivalente al sonido de un tractor o una cortadora de césped, podemos alegrarnos de no estar expuestos a su zumbido constante. Los sonidos son producidos por oscilaciones solares, que son masivas ondas de presión en la superficie y a lo largo de todo el Sol. Los científicos han logrado medir estas ondas y convertirlas en una frecuencia que el oído humano puede detectar, acelerándolas 42,000 veces. El zumbido rítmico resultante nos permite escuchar el ‘latido cósmico’ de nuestra estrella, y permite a los científicos comprender mejor lo que sucede en esa gigantesca y ardiente esfera de gas.