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Robert H. Goddard: El Verdadero Pionero de la Cohetería en Roswell y su Impacto Duradero
Descubre a Robert H. Goddard, el padre de la cohetería moderna. Su trabajo en Roswell revolucionó la exploración espacial y la tecnología de cohetes.
Roswell, Nuevo México, es una ciudad mundialmente famosa, pero a menudo por razones equivocadas. La curiosidad por los alienígenas ha atraído a cientos de miles de personas anualmente, especialmente al Centro Internacional de Museos e Investigación OVNI, a raíz del incidente de 1947. Sin embargo, detrás de la parafernalia temática y las atracciones extraterrestres, Roswell oculta una historia mucho más profunda y fascinante ligada a un verdadero pionero: el Dr. Robert H. Goddard.
Goddard, un profesor, físico e inventor estadounidense, es reconocido como el padre de la cohetería moderna. Con financiamiento clave del Instituto Smithsonian, que también publicó sus revolucionarias teorías sobre la propulsión y el vuelo de cohetes, y la Fundación Daniel Guggenheim, Goddard marcó un hito en 1926 con el primer vuelo exitoso de un cohete propulsado por líquido. Apenas tres años después, llevó a cabo la primera prueba de un cohete que transportaba instrumentos científicos, incluyendo un barómetro y una cámara. Sin embargo, sus experimentos en Massachusetts requerían un espacio más amplio y seguro para sus lanzamientos cada vez más ambiciosos.
Fue por esta necesidad que Goddard se trasladó a Roswell en 1930, acompañado de un pequeño equipo de asistentes. En este nuevo entorno, construyeron y probaron una diversidad de cohetes que incorporaban bombas de alta velocidad para el combustible, utilizaban paletas como herramientas de guía y empleaban controles giroscópicos para la estabilización. Un logro destacado en 1935 fue el lanzamiento del primer cohete de combustible líquido que superó la velocidad del sonido. Durante su estancia en Roswell, Goddard también desarrolló motores de cohete autoenfriables y otros componentes cruciales diseñados para la futura exploración espacial. La culminación de sus esfuerzos en la región fue un impresionante vuelo de cohete que alcanzó una altitud de 1.7 millas.
El Impacto del Genio de Goddard va Más Allá de la Exploración Espacial

El legado de Robert Goddard se materializa en sus 214 patentes, otorgadas entre 1914 y 1956, de las cuales 131 fueron concedidas póstumamente tras su fallecimiento en 1945. Estas patentes establecieron los principios fundamentales sobre cómo se fabrican y operan los cohetes. Sus cálculos matemáticos introdujeron el concepto de la velocidad de escape, es decir, la velocidad necesaria para liberarse de la gravedad terrestre. Además, su trabajo demostró que los cohetes podían funcionar eficazmente más allá de la atmósfera terrestre. Como un tributo a sus inmensas contribuciones a la exploración espacial, la NASA fundó el Centro de Vuelo Espacial Goddard en Maryland en 1959.
Sin embargo, las investigaciones y experimentos de Goddard también fueron utilizados para fines militares, aunque paradójicamente, no por el ejército estadounidense en un inicio. De hecho, el gobierno de Estados Unidos no le prestó mucha atención a su trabajo ni lo consideró útil cuando Goddard lo ofreció durante la Segunda Guerra Mundial. Esta falta de interés lo llevó a cerrar su instalación en Roswell y a aceptar un contrato con la Marina para el desarrollo de despegues de hidroaviones asistidos por chorro y motores de cohete de propulsante líquido de empuje variable. Fue Alemania, por el contrario, quien reconoció el valor de su trabajo y utilizó muchos de sus detalles técnicos para crear los devastadores misiles V-2 empleados durante la guerra. Es un hecho fascinante que algunos de los mismos ingenieros alemanes que trabajaron en estos misiles luego contribuyeron al desarrollo de los motores de cohete modernos en Estados Unidos después de la guerra.
Tras su muerte, la esposa de Goddard, Esther, continuó incansablemente publicando sus documentos y tramitando sus patentes, asegurando que su genio fuera reconocido. No fue hasta 1959 que el Congreso de Estados Unidos reconoció oficialmente sus logros con una medalla de oro, proclamándolo como el verdadero “Padre del Vuelo Espacial”.